Ansío el momento de mirarle a los ojos. Escuchar el sonido de su voz. Darme cuenta de la forma en que camina. Platicarle bajo la sombra de un árbol lo bien que se veía aquella vez que le vi. Lo primero que sentí cuando bajé del auto y él estaba ahí, con un plato de comida. El momento aún se me hace gracioso. Decirle que repito ese momento todas las noches seguidas luego de apagar la luz, cerrar los ojos y suspirar. Platicarle que he soñado con ese momento y que se me hace más doloroso hablarle después de lo que me dijo. Pero que me encuentro feliz cuando me habla y miro por el móvil que ha llegado un mensaje suyo. Que me agrada platicarle de cualquier cosa aunque eso sea lo más tonto del mundo.
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