jueves, 23 de abril de 2015

Tu nombre.


Jesús, Jesús, Jesús, Jesús. ¿No podría haber otro más especial? Tendría que evitar llamar a Dios con el nombre de Jesús, por que cada que lo pronunciaría se me abriría un hueco inmenso en el corazón. Y tendría que evitar decirle a mi tío Chucho por su nombre. Y olvidar que al señor de la tienda le dicen Chucho aunque no se llame Jesús. Y que en España le dicen chucho a un perro que aunque no tiene nada que ver con esto, sigue haciendo esas sílabas chu-cho. Que uno de mis compañeros de salón de llama Jesús aunque todos lo llaman por su primer nombre. ¿Ven? ahora hasta recuerdo los segundos nombres de todos. Y eso que tengo perdida de  memoria a corto plazo. De una o cualquier forma estará por siempre ese nombre rondando en mis pensamientos. Y sé que trataré de sacarlo de mi mente. ¡Pero por un carajo! Nunca pensé que terminaría así. Que su nombre estaría tan grabado en mi mente. 

Encantada de conocerte.



"Todo lo que puedo decir es que fue encantador conocerte"

Bastó una sola vez, solo una. 

Recuerdo aquel día. Sábado dieciocho de Abril del año dos mil quince. Me había despertado con un día pésimo. Era uno de esos días en los que no tenía ganas de hacer absolutamente nada y solo quería quedarme en casa a descansar. Debía entregar la síntesis de un libro que finalmente terminé de leer a medias. Pero ahí estaba, terminando de leer en la mesa mientras escribía el borrador para luego pasar a limpio. Siempre he sido responsable con mis trabajos, eso valía más de la mitad de mi calificación; era pésimo. 1:30 de la tarde —lo sé por que acostumbro a mirar la hora—, no sé como recuerdo la hora exacta si estoy acostumbrada a olvidar todo.  Mi madre me dijo que mi madrina había preparado un convivio para mi primo que cumplía dieciocho años. Vale —lo pensé— mi primo al cual tenía mucho tiempo que no veía ¿Era justo ir, no? No sé si fue casualidad o era lo que tenía que pasar; acepté. Dejé mi trabajo apenas empezado por ir a un fiesta en donde estaría perdiendo el tiempo, literalmente. Lo dejé, no sé por qué, pero lo dejé. Quizá asía debía de ser. 

Entonces llegué; —no sé como comenzar a redactar esto, es demasiado complicado—. Cuando bajé del auto lo miré ahí. Él estaba parado justo afuera de su casa. (Luego supe que era suya, no es que lo supiera antes de llegar). No me miró, aunque es lo que yo hubiese querido. Lo miré por unos segundos y luego recordé que tenía que caminar y no ser tan obvia. ¡DIOS MÍO! —Pensé— era hermoso; literalmente. Nunca había mirado a alguien que me gustase tanto. Nunca me imaginé que podría llegarme a gustarme un chavo después de tanto tiempo. Supe que ya no querría a un chavo delgado, de piel clara, con ojos verdes y cabello castaño. Ya no buscaba eso y supe que nunca más lo buscaría. Quería alguien como él; pero tenía que ser él. Sabía e intuía con el corazón que no era como otros, que no era como los demás. 

Mi querido ángel sin alas.



Perdí las alas de mi ángel cuando apenas era una niña. Desde aquel momento pensé que nunca más lo podría recuperar y que tendría que esforzarme a caminar descalza por el resto de mi vida. Por que mi ángel se fue, ya no lo tengo. Le dolió mucho lo que le hice y se fue con aquellas alas rotas que luego se le cayeron en pedazos cuando miró en que me había convertido. Cuando se dio cuenta que había dejado de ser esa persona que era antes y se fue; sin ni siquiera mirar atrás. Pasaron pocos años hasta que llegó otro ángel, lástima que no era mío. Otro ángel con las mismas alas caídas que él mío quería componer. ¿Pero como podría componer mi ángel a otro con las alas caídas igual que él?  "—Trato de recuperarlas—" dijo un día. Y en ese momento quise decirle que yo estaba dispuesta a hacerlo. Que quería que fuese mi ángel el que le hiciera sentir que tenía motivos. Motivos para sacar aquellas alas grandes y fuertes y bolar. Bolar a un lugar en donde solo existiesen ellos dos. Decirle que todo lo que deseaba era que sintiera lo mismo. Y entonces me di cuenta de algo. Que su ángel no era más que él y solo él; y que mí ángel no era más que yo misma. Que era yo la que quería hacerle cambiar de opinión sobre aquella chica que le gusta. Que era yo la que quería darle fuerzas para sacar esas alas hermosas que habían cortado.

No lo sientes.




Nadie siente esto más que yo y eso que trato de escribir con las mayores palabras posibles todo lo que estoy sintiendo ahora. No lo sientes, amigo. No sientes que se me está yendo la vida entera en tratar de explicarte que ya no puedo hacer más por mi misma; nada que me haga sentir bien. Y no, no estoy enamorada, o no lo quiero estar al menos. No quiero sentirlo; no quiero. No pienso sentir estar enamorada como muchas de las tantas veces que estúpidamente me enamoré. No sé ni siquiera como llegué a estar en este punto en el que ya no se puede más. Lo único que sé es que no lo sientes como yo y eso nada lo podrá cambiar.

Dear Jesus:



This is.. ¿What? Esto no importa realmente. No te importa nada de lo que vaya o no a escribirte. De hecho a nadie le importa más que a mí. Ni siquiera sé por que me estoy dejando llevar por este sentimiento que muy bien podría controlar, pero ya sabes, esto es incontrolable. Las cosas son así, tan raras como yo y mi idea de dedicarle a mis versos inspirados por ti, un blog entero. Pero si el tiempo pasa, quizá termine escribiendo lo ingenua que estaba al escribir lo que siento ahora. Y no quiero, no quiero arrepentirme de nada de lo que estoy sintiendo, por que si algo se muy bien, es que lo que no te mata, te hace más fuerte. 

¿Por qué duele?



No soy nadie para venir a contar lo mal que me siento en público. Ni para pensar siquiera que él va estar leyendo todas las cosas que le escribo. O  que de alguna manera cambiaría su opinión de mi. No pienso cambiar la opinión de alguien que no piensa lo que yo de él. Pero es que Dios, duele. Duele y duele mucho. Duele vivir en este mundo donde la realidad es que quieres a la persona que no te quiere por que quiere a alguien que no le quiere, por que quiere a alguien más.  ¿Que ironía, no?  Desearía no tener que estar escribiendo estas palabras y no tener que estar pegada al teclado cada que algo me duele. Por que repito, duele mucho.

Un año.



Plana y feliz; o al menos eso creía que estaba. Ahora recuerdo bien cuando me hice la pregunta "¿Esto va a durar?" Las cosas malas dejan de ser malas en algún momento, y así las cosas buenas pueden dejar de serlo igualmente. Me hubiese gustado darme cuenta en que momento la felicidad se fue de mi vida. Le hubiese tomado fuertemente y pedido que al menos una parte de ella se quedara en mí. Pero me jugó mal, no supo quedarse con migo. Se fue como todo lo que llega y se desaparece de mi vida. Ya había pasado un año desde que nadie me atraía de esa manera. Me había alejado de cualquier chico que podría gustarme y me había concentrado en la escuela. Pero ahora es diferente, él llegó y todo lo que pensé que había logrado hasta aquel momento, se había ido a la basura. Un año de no tener en mis labios algún nombre que me hiciera recordar que tengo tan impreso algún rostro que ahora no deseo ni pensar. Un año de no buscar palabras para referirme a algún sentimiento que no estuviese sintiendo. De no forzar a mi mente a recordar que estaría esperando un mensaje.

No siempre tienes lo que quieres.



No siempre tienes lo que quieres. O eso creo yo. ¿Por que la vida no nos regala las cosas que nos harían felices? Esa pregunta me la he echo desde que me dijo que le gustaba otra. No lo sabía, pero lo intuía. No podría esperarme otra cosa. Esta vida me ha llenado de tantas desilusiones que sentía desde lo más profundo que así iba hacer. Y me lo dijo como cualquier cosa; como si no le doliera. Como si no estuviera en mi lugar. Juro que no sabía que por dentro me estaba ahogando en lagrimas y que no pude llorar hasta el momento en que estaba dentro de la ducha. Cuando el sonido de mi llanto se perdía entre el sonido de la regadera.

Mi primer entrada.

Hola, mi nombre es Fátima, no importa mi edad,  lo único que importa ahora es que he tenido la necesidad de crearme este blog por solo un motivo. Necesito sacar de mis pensamientos todas las palabras que tengo que contar, pero que por miedo no hago.